“Se puso de pie, inseguro,
largo, pálido, confuso, como un vapor exhalado por la tierra, se tambaleó
ligeramente, brumosa y silenciosamente delante de mío, mientras que a mi
espalda las fogatas brillaban entre los árboles y el murmullo de muchas voces
brotaban del bosque”
“El corazón de las
tinieblas” Joseph Conrad
Me
encontraba en medio de un partido de handball, cuando fue mi turno de entrar a
la cancha. La selección nacional se enfrentaba contra el equipo vietnamita, en
un partido de exhibición de medio pelo.
Con
tal solo ver llegar a mi marca me di cuenta que estaba perdido. Yo, el más
pequeño y morrudo de los pivots americanos de repente se las veía cara a cara
con un nipón macizo y que fácilmente me sacaba dos o tres cabezas.
El
duelo, fue desparejo desde el comienzo. A pesar de que lo golpeara, empujara, o
arañara, el 8 vietnamita no se movía de su lugar. Todos los goles entraron por
ese lado; el enorme buda giraba sobre su eje una y otra vez y fusilaba al
arquero, que nada podía hacer.
Los
golpes pasaron a ser alevosos, de modo que a las dos amarillas y varios dos
minutos, quedé expulsado del juego. El mismo terminó 24 a 10 a favor del equipo
asiático, con el pivot rival, Li Xhu como figura y goleador.
Cuando
la radio le preguntó cómo había estado el partido respondió: “tranquilo” sin
abandonar su languidez.
Con
la llegada del 65 estalló la guerra de Vietnam. Alejado de las canchas de
handball por necesidad de la patria, me vi atrincherado en un punto estratégico
cerca de la frontera con Camboya.
Estaba
dormido, soñando con la gloria que no había alcanzado en el deporte, cuando
nuestra tropa fue sorprendida por el ataque de una guerrilla. Desperté de golpe
con la voz de fuego, y solo atiné a asir mi fusil para dispararle al vacio.
Con
el alto al fuego reinó un silencio adormecedor. Con tal solo ver llegar a mi
marca me di cuenta que estaba perdido. Yo el más pequeño y morrudo de los
soldados de repente se las veía cara a cara con un nipón macizo y que
fácilmente me sacaba dos o tres cabezas.
En
el forcejeo se le cayó la gorra de la estrella, solo para descubrir la
verdadera identidad de mi adversario. Era Xhu, el ex número 8 del equipo de
handball vietnamita.
El duelo, era desparejo desde el
comienzo. Ajeno a su parsimonia, me había quitado el fusil y reducido en el
piso. Cuando asió su chuchillo, dejó mi brazo libre para que tomara el mío.
Muerto, su rostro recobró la parsimonia que la guerra le había quitado.
lima_ ofertas what
ResponderEliminarQué es eso José?
ResponderEliminarSupuestamente es un blog
Abrazo
Mi joven y apuesto Aioria 90:
ResponderEliminarMe has dado un beso al despedirte en mi bitácora, me ha sorprendido tu fugaz visita. Bien, te invito a quedarte en« Estoy a tu lado » y...
Te dejo un beso de mi ternura
Sor.Cecilia
Cecilia:
ResponderEliminarVolveré a visitarte y conmigo llevaré mi bolsa de besos. Gracias por tu ternura, Aioria.