domingo, 22 de agosto de 2010

Punto de partida



Empezaré por bañarme más seguido y por ponerme perfume para que me presten más atención y así esquivar a la soledad, así enfintar a la desolación, así ambagar a la cerrazón...

Mirando marte




El sol se puso rojo, tanto que todos creimos que era marte. Luego se fue desplazando hacia el horizonte donde la niebla lo deshizo. A su reemplazo llegó la luna tan blanca grande y brillante que todos creimos ver de saturno sus anillos. Luego, se fue desplazando hacia el centro del cielo alejándose de las tinieblas y así fue que la noche se hizo. Allí, después de haber tomado vino de mujer y habernos mirados las caras, la luna se oxidó dándole paso al alba. Y con ella a la mañana...


sábado, 7 de agosto de 2010

Poeta




  • Por esas cosas de la vida

    Envidio sus frescuras
    al hablar, al escribir
    que yo no tengo
    que yo perdí
    por esas cosas de la vida...

    Y las extraño
    al conversar...
    al vivir...
    porque no tengo
    porque la perdí
    por esas cosas de la vida...

    A veces quisiera morir
    al doler...
    al sufrir...
    porque soy hombre
    que soy así...
    por esas cosas de la vida...

  • Quiero sacarme la piel

    Quiero sacarme la piel
    Quizá así el sufrimiento se vaya...
    quizá así la miseria se vaya...
    Quizá así se vaya la frustración

    Quizá así me vaya
    me convierta en un ente intelegible
    atraido por la música
    atraido por la narración

    Quizá así sea feliz
    Quizá así el sufrimiento se vaya
    Quizá así me realice
    Quizá así sea mejor...

    Quizá así sea libre
    de toda cadena
    oh y el ruido...
    Quizás así ruede navegue y vuele

    Quiero sacarme la piel
    Quizá así me vaya
    Quizás así sea libre y feliz
    Quizá así sea mejor...

  • Allí estará la poesía

    Cuando se caigan del bronce
    tus heroes
    allí estará la poesía...

    Cuando te aplaste el edificio
    enorme de la ciudad
    allí estará la poesía...

    Cuando levantes el dedo para filosofar
    y se te caiga el brazo herejizado
    allí estará la poesía...

    Cuando te deje el amor
    de tu vida
    Allí estará la poesía...

    Cuando te den vuelta la cara
    en la pasión tus amigos
    Allí estará la poesía...

    Cuando te peguen o escupan
    por defender a tus demás
    allí estará la poesía...

    Cuando te despidan
    porque ya no les servís más
    allí estará la poesía...

    Cuando tus nervios te digan
    ¡hey, tu no podrás!
    allí estará la poesía...

    Cuando no sepas si tus creencias
    son un trauma o una realidad
    allí estará la poesía...

    Cuando tengas ganas de llorar
    y no atines con el llanto
    allí estará la poesía...

    Cuando sientas que ésta
    es tu última poesía
    allí ella estará...

    Allí y en ese momento
    recuerda:
    la poesía es llanto la prosa libertad

Bebé superdesarrollado



Había una vez un hombre que por esas cosas de la genética humana nunca dejó de ser un bebé, su cabeza, pequeña, nunca desarrollo cabello, sus extremidades se mantuvieron cortas. Su piel suave como la de un recién nacido, la nariz aplastada, los ojos brillantes, sus piecitos, dos ñoquis. De nombre le pusieron Román.
Sus padres estaban muy preocupados. Consultaron a medio millar de especialistas, lo sometieron a incontables y rigurosas pruebas, le dieron de tomar miles de pastillas, pero nada le hacía efecto. Tanto fue el esfuerzo de ellos, que un día decidieron abandonarlo todo, e irse a vivir lejos. Cuando digo abandonarlo todo, incluyo al pobre niño, que quedó a la deriva de orfanatos y familias sustitutas.
Así fue que el niño creció, y se hizo hombre (quieranló sus tutores o no). Obviamente que físicamente no cambió mucho. Siguió petizo, con uno que otro pelo en la cabeza, la misma mirada y frescura en la piel. Pero (como hemos dicho) ya no era un niño, sino un hombre.
Para ese tiempo se había alejado de su nueva familia, por problemas que todo hombre tiene al crecer en ese círculo. Ya no podía vivir más con su padre adoptivo, vivían discutiendo y peleando, tanto así, que cada discusión pasaba siempre a mayores y terminaba con los adornos de la casa, todos destrozados por el piso. No obstante, el cariño por su madre estaba intacto. “Ah no, a la vieja no se la maltrata…” solía pensar en voz alta. Es por ello que no pasaba semana sin que ella lo llamara o acordaran en encontrarse en el jardín, lejos de la vista de su padre, mientras ella regaba las plantas. Su nombre era María Élida.
Román, había encontrado trabajo en una disco nocturna como patovica. Sus largas horas pasadas en el gimnasio le favorecían para esa labor. Era tristemente cómico, entrar al boliche “La Noche” y encontrarse que el de seguridad no era otra cosa que un bebé superdesarrollado, que con voz gruesa pedía al joven que abriera los brazos y las piernas para que se le realizara el palmeo. Entre sus compañeros era muy respetado, pero no faltaba ocasión alguna que algún borracho le dijera: “nene de mamá” o cosas peores, al no haberles dejado entrar al lugar.
No cabe duda que entre las mujeres, su “diferencia” (llamemoslé así) lo favorecía. La frase con que lo llamaban no difería en nada con la de los varones, pero no cabe duda que las mismas palabras salidas de los labios de un muchacha vestida con un top y minifalda, no significaban lo mismo. Así que en ese aspecto no era tan mala la vida de este “pobrecito”.
Pero un día, saliendo del boliche: su corazón fue flechado, y… “agarrate catalina” fue lo que dijo Cupido.
No va que un jueves, para la salida del boliche se encuentra con una mina que le hace perder la cabeza. Como es sabido, no supo qué decirle. Su belleza lo impresionó, tanto, que llegó a percibir que ningún milímetro de su ser estaba desmedido, como si su padre hubiera sido Da Vinci, y su madre…
Para cuando escuchó su voz, ya estaba más que derretido.
_¿Va para la facultad de medicina?_ le preguntó al chofer del colectivo. _Subí nena_ le respondió éste.
Román pudo ver como el colectivo se alejaba, llevando consigo a su doncella. Era inútil, todo su chocolate estaba por el piso, y solo lo que quedaba de él la seguía en alma, corazón y espíritu, como si tuviera un imán.
Cuando llegó a su casa, se preparó una mamadera, y se dispuso a pensar un plan para conquistar a la muchacha. Fue así, que el día siguiente a la salida del laburo la esperó en el mismo lugar, a la misma hora, con la misma ropa (por una especie de cábala). Pero la niña no apareció. “Qué tonto” se dijo “los sábados a la mañana no hay clases. Tanto pensar para nada”.
Lo mismo sucedió toda la semana hasta llegar el jueves. En ese tiempo estuvo muy nervioso, por lo que recurrió muchas veces a su chupete; y aprovechó para hablar sobre el tema con su madre.
En realidad, él no le quería contar nada de nada, pero en una conversación telefónica que tuvieron su madre intuyó su extrañeza. Al verlo y tenerlo, días después, mientras regaba las plantas, ya no le quedaron más dudas.
_¿Qué es lo que le estás escondiendo a mami? _le dijo_ ¿un muchachita rondando por esa cabecita?_.
_No_ le respondió este.
_¡Vamos, a mamá mono con bananas verdes…!_ dijo_ contale a mami_
_ La verdad mamá, es que me enamoré perdidamente de una chica que vi en el colectivo, pero ella es estudiante, y yo solo un patovica…_ dijo con tristeza.
_Ay, hijo, hijo… cuántas veces te he dicho que no eres distinto a los demás. ¿Qué importa que seas un patovica, acaso ese no es un trabajo honrado? Todos los trabajos son honrados, menos robar_
_ ¡Pero mírame madre, solo soy un fenómeno, un bebé!_
_Yo no veo a un bebé_ dijo e hizo una pausa_ veo a un hombre… _ dijo la madre y lo abrazó dándole un beso en la cabeza_ Mi hombrecito_
_Oh madre, si todas las mujeres pensaran como vos, qué feliz sería el mundo…_
_¿María, con quién hablas?_ preguntó el padre.
_Es mejor que te vayas…_ le dijo la madre
_ Bueno, adiós mamá_
El preciado día llegó, jueves por fin. Para mal, esa noche había estado movida. Había habido desorden en el boliche, por lo que había estado sacando muchachos revoltosos toda la noche. “Lindo noche para ponerse nervioso” pensó al terminar la misma.
Se le hizo tarde, por lo que salió corriendo para la estación de colectivos que quedaba a dos cuadras. Para su sorpresa ella estaba esperando en el mismo lugar. Todo su ser parecía estar igual que lo había dejado una semana atrás, radiante. Al llegar el colectivo, ella subió e hizo la misma pregunta de la otra vez. Sin dudarlo, él subió detrás de ella y pudo apreciar lo bien que olía. Los pasajeros lo miraban extrañados, más de uno quiso decirle al chofer que había un niño perdido en el colectivo. Por suerte al conductor esas cosas le importaban tres carajos.
Otra vez no supo que decirle, con qué palabras entablar una conversación para que sea sólida. En ese momento recordó las palabras de su madre acerca de su estado: “cuántas veces te he dicho que no eres distinto a los demás…”. Eso le dio coraje para arremeter con su cometido.
_¿Vas para la facultad de Medicina?_ La chica se sorprendió de que un bebé le estuviera hablando con una voz tan gruesa.
_Si_ respondió tímidamente la joven.
_Ahh… que bueno… yo también_
_ ¿Ahh si, qué estudias?_
Esa pregunta lo descolocó. Pensó y pensó una posible respuesta, pero a su cerebro de hombre no se le ocurrió nada. Por eso decidió ir al grano.
_ ¿Nunca te dijeron que sos muy linda?_
_¿Cómo?_
_Que sos muy linda…_
_Ahh eso… bueno, gracias_
Luego hubo se prolongó un silencio en el que Román no ocultó estar preocupado.
_ ¿Te pasa algo?_ le preguntó la chica
_ Si, la verdad que si… decime tu nombre y te lo digo_
_Romina…_
_ Mirá Romina, desde el momento en que te vi, quedé encantado con tu belleza_ le dijo e hizo una pausa_ A lo que me refiero es que… bueno…
_ Me bajo acá… chau_ le dijo Romina y descendió del colectivo.
Román quedó desconcertado, y cuando volvió en sí, el colectivo ya se había alejado de la parada. “Me cortó el rostro…” pensó “ ¿es esa la facultad de medicina?, ¡seguro que ni siquiera se llama Romina, y claro, al ver que un hombre con cara de bebé le hablaba se pensó que le estaban haciendo un joda”. Así pasó toda la semana haciéndose la cabeza con cosas por el estilo, hasta que una noche, después de tomada su mamadera de antes de ir al laburo llegó a una conclusión: él debía sacarse de la cabeza a esa muchacha que había conocido en la parada del colectivo. “Está decidido” se dijo “ ¡ya nomás me voy a bar de la esquina y me la olvido!”
Así fue que esa noche faltó al trabajo y se fue al bar a ahogar su pena. Tomó y tomó hasta el hartazgo, o mejor dicho hasta que el cantinero no le quiso servir más, enviándolo a la casa. Como no quería irse, llamaron al grandote del depósito (que hacía las de custodia) para que lo sacaran.
_ A mi no me manda nadie… ni siquiera mi mamá… hip_ dijo Román causando la risa de todos los comensales. Ni bien lo agarró el grandote lo dejó con las patitas en el aire. Como se resistía el mesero lo arrojó fuera del lugar, como a un bebé que lo dejan abandonado en la calle.
_Más vale que tu madre no se entere de esto…_ le dijo el cantinero y le cerró la puerta en la cara.
Se levantó como pudo, machucado por el atrevimiento y mareado por el alcohol, y salió a divagar por la gran ciudad. Así estuvo largo rato, hasta llegar al boliche en que el trabajaba.
Como es de saberse, su suerte lo había abandonado. Justo a unas pocas cuadras de ese lugar se fue a cruzar con los mismos pibes que la semana anterior había echado del baile.
_ ¡Mirá loco!_ dijo uno(los demás no se habían dao cuenta)_ es el patova que nos dejó sin joda!. ¡Mirá como está, dado vuelta; vamos a darle!_
Y así hicieron, en unos pocos segundos el bebé quedó rodeado de individuos que le pegaron y patearon sin piedad. Román no pudo hacer otra cosa que llevarse el pulgar a la boca y aguantar la paliza. Luego llegó la policía y los pibes salieron corriendo.
Al llegar la mañana Román despertó y vio algo lo más hermoso que sus ojos habían visto alguna vez.
_Mamá_ dijo. Ella sonrió y su corazón sintió que llegaba al cielo.
_No… no soy tu mamá, ojalá lo fuera…_
En ese momento, volvió a mirar y el rostro que veía no era otro que el de la chica de la parada del colectivo.
_Romina… ¿que hacés acá? ¡Ay! ¿Qué me hacés…?_le dijo
_Pasaba por aca para tomar el micro a la facultad, ya lo olvidaste, no te quejes, estás molido y estó es un poco de alcohol en gasa…_
_Ay…_
Román estaba muerto de vergüenza. Esa era la última condición en que hubiera querido que Romina lo viera. Se iba a llevar el pulgar otra vez a la boca, y dejarse curar como un bebé deja que le cambien el pañal cuando está sucio, pero se restableció y se fue corriendo de la escena.
_Disculpame…_ fue lo único que dijo.
A la semana siguiente, ya había vuelto a trabajar en “La Noche” con un ojo hinchado y una venda en la cabeza que tapó con anteojos de sol y un sombrero. Su jefe estuvo a punto de echarlo. Si no fuera por su atracción de mujeres al sitio lo hubiera hecho. Esa noche se había puesto más perfume que de costumbre y se había privado de comer pizza o empanadas que le alteraran el aliento. Ni bien terminó la fiesta se fue con una rosa en la mano a tomar el colectivo que lo llevaría a quien sabe donde.
Cuando llegó a la parada, ella no estaba. No fue hasta que llegó el colectivo que ella apareció. Ambos subieron.
_No te di las gracias por lo de la otra vez_ dijo y le dio la rosa.
_Bueno gracias… lo importante es que… ¿vos cómo estás?_ le preguntó Romina. Él se sacó los anteojos y el sombrero para mostrarle.
_ Bueno… es solo cuestión de tiempo_ le dijo ella examinado cuidadosamente sus lastimaduras.
_La otra mañana_ le dijo Román_ no me dejaste llegar al grano de lo que quería decirte. Lo que sucede es que… yo… vos…_
_Aquí bajo_ le dijo ella.
_¡Claro!_ pensó en voz alta_ ¡quien va a querer a un hombre que parece un bebé!_.
Ella se bajó. Él hizo lo mismo. Y ella le dijo:
_ Yo no veo a un bebé_ e hizo una pausa_ veo a un hombre….

El Confesor 2000



Una tarde que pasaba por allí, decidí irme a confesar. Hacía mucho que no iba a la iglesia. Me sorprendió encontrar en el cartel de bienvenida la siguiente leyenda: “Templo  equipado con confesor automático”.
Cuando saludé en dirección al sagrario, me sonaron las rodillas.
 -¡La pucha que estoy oxidado para estas cosas!- pensé, pero la idea de que me iba a confesar me dio ánimos de cambio de aceite. Otra de las cosas que me llamó la atención fue que justo antes de doblar la esquina, había un cartelito, al mejor estilo taxi, que decía: “Libre”.
-Pucha…- pensé - cómo cambian las cosas.
A través de la puerta de vidrio ví una luz que aparentemente andaba mal porque titilaba; una especie de humo y que no había nadie salvo el cura a oscuras.
 Recuerdo haber tomado coraje y haber abierto la puerta. En ese momento, la sala se iluminó por completo y pude ver (para sorpresa mía) que en vez de un sacerdote lo que había allí, era una máquina rectangular a la manera de un fichín de las viejas salas de videojuegos de mi infancia. El humo me llegaba a los tobillos.
                Miré para todos lados, para cerciorarme de que nadie me estuviera jugando una broma; estaba completamente solo.
-Qué va a ser…- me dije- y me propuse dejarme llevar.
                En la pantalla se alternaban imágenes de curas, palomas blancas, feligreses de rodillas, crucifijos, monjas de hábito, y antiguos papas. Mientras tanto, se escuchaba una musiquita de cajita musical. Y arriba el nombre de todo aquello: “Confesor 2000”.
                Ni bien terminó la musiquita, en la pantalla apareció la inscripción “Insert coin” a la que accedí tirándole por la ranura un moneda de 25 centavos.
-Insert coin- repitió la máquina. Saqué la billetera. Del bolsillo con cierre tomé otra moneda de 25, y la inserté.
-INSERT COIN!- repitió la máquina, por lo que tuve que buscar esta vez una de 50.
Cuando cayó, se iluminó el botón de “start” que, haciendo una analogía con los viejos fichines de los jueguitos, apreté.
-Por favor- me dijo una voz suave y española-póngase de rodillas y junte sus manos para poder empezar con la confesión-
Hipnotizado por el muñequito de la pantalla que me mostraba cómo hacerlo, me puse de rodillas. En ese momento apareció en pantalla la imagen de un cura bonachón haciendo la señal de la cruz.
-Pregunta número uno:-  dijo, y emitió una musiquita de clarinete -¿Hace cuánto que no te confiesas, hijo?-
-No me confieso desde que era un niño- respondí yo.
-Ok- respondió el confesor- Ahora dígame sus pecados.
-Bueno vea padre (qué raro me sentí cuando dije eso) he cometido muchos errores desde mi última confesión. He faltado a misa, he insultado a la gente y me he peleado con ella. Dije muchas mentiras, como todo el mundo, vio…
-Respueta procesada- dijo la máquina- ¿algo más?.
-Si padre (ya me estaba habituando a aquello). Engañé a mi esposa.
-Disculpe, su respueta no ha podido ser procesada-dijo- Por favor, repítala en voz alta.
-¡¡¡QUE ENGAÑÉ A MI ESPOSA CON OTRA MINA 20 AÑOS MÁS JOVEN QUE ELLA!!!- grité, y, debido al murmullo que se escuchó afuera, sospecho que el mensaje salió por los altos parlantes de la iglesia.
                De repente la voz de la máquina cambio a la de una máquina contestadora:
-Disculpe- dijo- hubo un falla técnica por la cual su pecado no ha podido ser procesado, vuelva a intentar más tarde… su penitencia son: Un/ Padrenuestros/ Y/ Dos/ Avemarías. Sus pecados han sigo grabados para su seguridad y la de todos.
                A continuación, regresó la imagen del cura. Ahora imponía su mano como dando la bendición; una paloma blanca, una fuerte luz, para terminar con la leyenda: “Tus pecados te son perdonados, podéis ir en paz….”
-Por favor, retire su ticket de penitencias- dijo una voz de contestadora. Luego se disparó un flash  proveniente de una cámara fotográfica instantánea, que tomó el más tonto de mis rostros (como pude comprobar más tarde). Apareció un ranking de santidad, la info de las monedas del mundo y la voz preguntó si deseaba hacer otra operación.
-No- marqué en la pantalla.
-Que Dios lo bendiga- dijo el cura. Empezó una cuenta regresiva, y para cuando salí oí el rotundo: “Game over”.
Por la cara con que me miraron los feligreses presentes, comprobé lo del desperfecto técnico. Quizás estaban rezándole a San Cara Caracú. Por mi parte tomé mi ticket de penitencias, y me fui en paz como me había dicho la máquina.
-Qué va ser…-pensé- es el siglo XXI.

El duelista del alfiler




Corría el año mil ochocientos y tantos en Paris. Una mujer y un hombre estaban conversando frente a la Iglesia para la salida de misa. Ambos estaban bien vestidos. El hombre de traje, sombrero y florete envainado. La muchacha con un vestido beige, un pañuelo celeste claro en la cabeza (sostenido por un alfiler) y una sombrilla que hacíale juego con ambos. Era el momento perfecto para que se enamoraran, parecía que nada podía interponerse entre ellos.
Y de repente, un hombre mal vestido pasó, y se llevó por delante al caballero, haciéndole volar el sombrero.
- ¡Oiga, qué hace!- dijo éste último.
               El otro hombre no pidió disculpas, ni emitió palabra alguna. En cambio, se quedó mirando a la muchacha de arriba abajo, con cara de maniático.
               Hasta allí todo bien; el primer caballero se restableció y siguió hablando con su interlocutora. Ahora dábale la espalda al mal vestido. Este hecho hizo que no pudiera verle los gestos que le hacía a su mujer.
En eso, el caballero oyó que el segundo hombre decía: “Como quieres que te quiera,  sirena , si al que quiero que me quiera no me quiere como quiero que me quiera. Oh esos ojos de desieto, yo muero, yo muero… por esos ojos simplemente yo, muero, hip”. Y luego agregó: “hurra.”
               Imagínense como se puso el hombre del sombrero y florete envainado. Se le hincho la vena a más no poder, desfigurándosele completamente el rostro.
               “¡Idiota, qué falta de respe…!” dijo pero no pudo terminar: un bofetazo de guate lo sorprendió. Cuando su cerebro se acomodó, vio que el de los harapos estaba armado con una especie de arma larga envainada a la cintura.
               Se oyó un ruido metálico. Efectivamente, tanto el vagabundo como el caballero habían desenvainado sus armas.
Para sorpresa de todos, la del primero no era otra cosa que un pequeño alfiler de coser, nada, comparado con el florete del gentilhombre.
-¡Qué rayos!- dijo el caballero.
-¡Pelea canalla, esto es un duelo!- respondió el de los harapos.
-¡Qué va…!- dijo el hombre del sombrero, pero no desenvainó
               Con la voz de “en guardia” se dio por comenzada la pelea.
- ¡Sois valiente no usar tu florete, pero, ja, cuan iluso al querer enfrentar al mío con tan solo los puños!- dijo el vagabundo dando la primera estocada.
- ¡Idiota, no sabes lo que dices!- respondió el gentilhombre luego de esquivar el golpe.
               Estocada va, estocada viene, ambos contendientes quedaron llenos de pinchaduras pero sin corte alguno, hasta que por fin la muchacha habló:
-¡Deténganse tontos, no se dan cuenta que están peleando con alfileres! ¡Podrían estar así todo el día y ninguno caería!- y al decir esto, distrajo a su marido.
No sé si por consciencia o no, el vagabundo lanzó una estocada fuerte al hombro de éste.
-¡Ouch!- dijo el caballero llenándose de ira.
-¡En el amor, en la guerra, en el duelo todo se vale mi estimado!- respondió el loco.
               El otro sacó su florete, y cuando se volvió para enfrentar al vagabundo hízole un corte que lo alcanzó en el pecho.
               La muchacha emitió un grito espantoso.
-¡Cómo te atreves a lastimarlo de ese modo!- dijo y fue en busca del moribundo.
- ¿Se encuentra bien mossieu, lo lastimó?-
- No niña, estoy muriendo…- dijo el vagabundo.
-Solo permítame decirle a mi rival que es un cobarde, y así moriré contento, ¡oh…!
La muchacha volvió donde el caballero y llorando le golpeteo el pecho.
- ¡Por qué has hecho esto, solo era un enfermo!- le dijo
- ¡Pero Florinda, no tenía otra opción… no corras Florinda, no te vayas…!
Solo quedó el cadáver en el suelo.

II

               A unas pocas cuadras de allí, para la salida del teatro, otro gentilhombre se encontraba conversando con otra damisela. Era el momento perfecto para que se enamorasen; parecía que nada podía llegar a interponerse entre ellos.
- Ay- dijo el muerto- se me ha reventado la cena. Hay salsa de tomate por doquier.
-Éste es el momento en que cuento hasta tres y revivo, como un fénix-
-¡Pobre hombre!- dijo la muchacha.
-¿Cuál?- preguntó el muchacho.
En eso, oyeron una cancioncilla: “Como quieres que te quiera,  sirena, si al que quiero que me quiera, no me quiere como quiero que me quiera…