viernes, 26 de marzo de 2010

Perro e´mierda

Cuenta la historia que había un hombre llamado Domingo, que vivía solo con sus dos perros, el Ferguson, el más viejo, y Perrucho de menor edad. Al no tener esposa ni chicos, sus perros eran además de su trabajo, su prioridad. Todas las tardes al llegar del laburo, les llevaba las sobras del almuerzo y por las noches espinazo (como comida fuerte del día). Tampoco pasaba una noche sin que los tapara con sus cobijas e intentara que durmieran lo más cerca posible el uno del otro para darse calor en la, al amparo del tinglado de la humilde casita.
Cuando la luz del reflector era desenchufada y ya no se escuchaba más ruidos, el Ferguson siempre aprovechaba y le quitaba el espinazo que le correspondía a Perrucho entre sordos gruñidos y amenazas.
_¿Qué haces?_ le preguntaba Perrucho
_Lo que tu no… a un lado… yo soy más viejo que vos_ le respondía el Ferguson mientras tragaba
_Le voy a contar al patrón, mira que ya se ladrar_ respondía el más pequeño.
_¡Si abres el hocico te morderé!_ advirtió el más viejo, haciendo que Perrucho bajase las orejas y se valla, sin llorar para no despertar al amo.
Cómo son las vueltas de la vida que un día este humilde hombre del que les hablaba lo echaron del campo donde trabajaba. Ni las gracias ni tampoco para los puchos le dieron. Es por eso que quedó de patitas en la calle, sin otra alternativa que vivir como uno de sus perros.
Domingo sacaba de donde no tenía para darle de comer a sus dos perros, pero a pesar de ello, las comidas se volvían cada vez más miserables. Ya se ha hablado de perros que por problemas de sus dueños debieron quedarse lamiendo el fondo del plato a la hora de comer, este no es un caso aparte.
Habría disminuido las comidas, pero no por ello el amor que Domingo tenía para con sus perros. Los seguía tapando cada noche con sus frazadas para que no pasaran frío y había empezado a comer prácticamente la misma comida que comían sus perros.
Una noche el Ferguson no quiso comer, se hizo el que no tenía apetito y se fue a dormir. Su dueño le fue a hacer unas caricias y a preguntarle qué le pasaba pero no tuvo mucha respuesta. Mañana era un día muy importante para él, iría a un campo a donde le habían dicho que estaban tomando gente.
Por los nervios no pudo comer un solo bocado, tomó la pastilla que le había dado el doctor Martinez para la presión y se fue a acostar.
_¡Qué porquería_ dijo el Ferguson_ este viejo cada vez nos está dando menos comida, qué viejo miserable!_
_¡Cht No sabés vos que el pobre a duras penas tiene para comer él!_ dijo Perrucho.
_¡Grr… cállate o te morderé!
_Pero…_
_¡Guau!_ ladró el Ferguson tirando un tarascón al aire ¡Es más, sabés lo que voy a hacer, voy a entrar pa la casa y le voy a quitar todas las noches el desayuno al viejo, vas a ver!
_¡No Ferguson!_ alcanzó a decir Perrucho, pero aunque se le interpusiera en su camino, no pudo evitar que lo hiciera a un lado.
_¡Ferguson, no sabes que el patrón es la mano que nos da de comer, detente!_ dijo pero fue inútil.
El viejo despertó esa mañana, y no entendió que le había pasado con su pedazo de pan y espinazo que haría las de desayuno. Es por eso que sin energías salió pa´ la estancia “Don Ramiro” a presentársele al patrón. Como es de esperarse, regresó esa misma mañana, para el mediodía, con la cara larga de la escusa que le había dado el mismo patrón. ”Disculpe Don Domingo, la cosa está difícil… ¿tiene nextel?... cualquier cosa le mando una alerta…”
Todas las mañanas Don Domingo despertaba para encontrarse con la misma escena. Su desayuno, que había preparado la noche anterior, no estaba. Llegó a sospechar de algún ratero, pero nunca se le hubiera cruzado por la cabeza que el Ferguson, ese perrazo que le había sido en su juventud siempre fiel, fuera la verdadera causa de la desaparición de su comida. No por ello, dejó de atender más que como Dios manda a sus perros, arropándolos a la noche con sus respectivas mantas, y privándose él del espinazo para que ambos tuvieran su cena.
Todas las noches Perrucho, intentaba persuadir al Ferguson que dejara de cometer esa fechoría, sin suerte, solo ganándose alguna que otra toreada y mordidas por todo el cuerpo.
Con el tiempo, el pobre viejo fue volviéndose una piltrafa. Los pómulos caídos, unas ojeras como un romántico, los bracitos dos cañas dulces, y las costillas al aire. Encima no había ningún trabajo para un peón, que perdonenmé el atrevimiento pero, más que peón ya estaba para patrón cerca de jubilarse. Tal era la bondad que este viejo tenía para con sus perros que un día dijo: “No puedo quitarles la comida a mis perritos, pero con esto de la falta del desayuno, y como no como otra cosa en el día, algo tengo que hacer. Por eso, me iré a comer con ellos, un pedazo del Ferguson y un pedazo de Perrucho y así en la mañana con uno o dos mates ya no tendré hambre”. Así fue, que esa misma noche, luego de haber visto pasar sentado toda la mañana y tarde laburos que necesitaban tener un nextel para que le manden una alerta, se fue para el tingladito con la comida que compartiría con sus perros. Le dio la parte que le correspondía a cada uno y del mismo pote de sus perros comió su cena. Cuando fue a cortar con el cuchillo el espinazo de el Ferguson este gruño.
_Grrr... Este viejo de miércoles que tiene que hacer con mi comida_ dijo. _¿Qué te pasa Ferguson? Vení_ dijo el patrón.
_Tomatelás viejo ladino_
_¿Cómo?_ dijo el patrón
_Cómo escuchaste, viejo lameplatos_ dijo y se fue refunfuñando.
_ Ay, no se qué le estará pasando a ese viejo perro mío…_dijo el patrón con tristeza a Perrucho_
_ ¿Hacía mucho que no probaba un bocado no patrón?_ preguntó Perrucho tratando de alegrarlo_
_Si mijo, pero no se preocupe, que esta noche se termina todo, he envenenado la porción que destinaré al desayuno de mañana. Quienquiera que sea el que me la esté robando, caerá muerto_ dijo el patrón en un estado en el que nunca antes se lo había visto_
_ ¡Pero patrón!_
_No más peros mijito, ahora duérmase, mientras yo voy a buscar al Ferguson_ dijo, y a continuación salió de sus labios las más bella canción que un amo pudo entonarle a su perro. Ni bien terminó, comenzó a chispear.
Perrucho se levantó en media noche luego de una pesadilla, un rayo mataba al patrón mientras éste buscaba a su compañero. Tal era su susto que salió corriendo al encuentro del Ferguson. Llovía a cántaros.
_ ¡Ferguson, el patrón…_ dijo al hallarlo
_Duerme como un angelito, mientras tanto yo voy a cobrarme lo que él me robó antes de acostarse_
_ ¡Pero Ferguson cómo vas a decir eso, el patrón no te robó nada, hacía más de un mes que no comía nada!_
_ ¡Grrr… silencio cachorro destetado, ese viejo me robó, y ahora yo he de vengarme_
_ ¡Pero Ferguson…!_
_ ¡Silencio!_ gritó el Ferguson y luego rió sarcásticamente_ jaja, ese viejo se ha rebajado a tal punto de que tuvo que comer de nuestro plato. ¿Dices que no muerda las manos que me da de comer, que mañana conseguirá un trabajo y todo volverá a la normalidad? Lo mesmisto nos dijo ayer. Hazte a un lado querés grrr..._ y le lanzó un mordiscón que lo alcanzó en la oreja.
_¡Pero Ferguson, la comida está envenenada…!_confesó pero el viejo perro hizo oídos sordos al cachorro.
Perrucho se fue llorando derecho para la cucha. Un estruendo azotó el cielo y el pequeño perro aulló de dolor y tristeza.
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Al otro día, el patrón se levantó con la mañana, preparó el mate, y cuando “Salió pal campo”, como él decía, se encontró con el cadáver del Ferguson.
_Perro e´mierda…_ dijo secándose las lágrimas. Lo metió en una bolsa y prometió por la Virgencita que a la vuelta del laburo lo enterraría en el fondo del lote.
Perrucho despertó de un sueño en el que jugaba con sus 5 hermanitos y su madre “La Manchi”, vio a su patrón que franqueaba la tranquera y salió a su encuentro.
_Perrucho, viejo nomás…_Le dijo el patrón_ Conseguí el laburo. ¡Y sin nestel! No más pan duro para nosotros_.
Perrucho sintió que soñar con su madre y sus hermanos cachorros le habían traido buena suerte.