lunes, 26 de marzo de 2012

Como por un llamado de la naturaleza.


            
          Como por un llamado de la naturaleza, me vi impulsado a asistir a las costas. Quizá inconscientemente quería encontrar alguna sirena de esas que suelen visitar las playas. Clavé mi sombrilla en la arena y me estiré debajo la esterilla. Luego me dispuse a leer el diario, con la esperanza de que a las sirenas les gustaran los lectores. Estaba tomando mate con galletitas, cuando recordé aquello del llamado y a qué había venido a la costa.
Pregunté por el baño y me indicaron que debía ir hasta el buffet. Ya en él, enfilé para el tocador. Para mi sorpresa, en la puerta del mismo, había una matrona que me impedía el paso. La mujer me señaló un cartel.
BAÑO AL PÚBLICO $2. PEDIR POR BUFFET.
Confieso que aquello me causó indignación. Desde cuándo se había visto que en este país uno tuviera que pagar por el baño público. No me merecía esto, al fin y al cabo yo siempre había dejado propina en los baños de las estaciones de trenes. Así consternado como estaba, regresé a mi micro campamento y reflexioné sobre el tema. Mientras, me hacía el que leía el diario. Creo que había dejado la vista perdida en una propaganda de calzoncillos. En ese momento recordé aquello del llamado y a qué había venido a la costa. Dejé el diario y salí corriendo como un despavorido hacia el agua. Si no fuera por la falta de bronceado y mis 10 kilitos de más, así con la malla roja, hubieran creído que era el bañero en medio de un salvataje.
Siempre me había gustado la soledad. El amontonamiento de gente me oprimía el corazón y me restregaba  lo insignificante que era frente al universo. De ahí supongo que también venía mi simpatía por el espiritismo.
Había encontrado un lugar poco ocupado y ahora desconcentraba todas mis fuerzas para alcanzar la armonía. Y cuando estaba por alcanzarla, una ola me tumbaba y me refregaba por la cara que del polvo fuimos hechos. Y cuando perdía la sensación del cuerpo, otra ola y que al polvo volveremos. Desesperado, desenfundé los dos pesos y pedí baño en el buffet. Después olvidé por un tiempo aquello del llamado y nunca más pude recordar a qué había venido a la costa.

Revisión

He estado haciendole algunos cambios a los cuentos publicados y por publicar. Serán las versiones definitivas? Imposible saberlo. Saludos a todos

martes, 20 de marzo de 2012

Desfragmentándome



Estaba afinando mi instrumento para ensayar con la banda, cuando se me cortó una cuerda. Tuve tanta mala suerte que el latigazo me dio en la sien. Lo último que escuché fue a Anabela vocalizando, lo cuál me relajó un poco. Siempre había querido morir escuchando su canto, si no es morir en ella o matarla en la cama.
Luego entré en un sueño de cuerdas que se enroscaban y se desenroscaban y tendían a la afinación. Los chicos de la banda hubieran querido volver el tiempo atrás; en efecto, todavía no caían y no se permitían el haber presenciado cómo un bajo se vengaba de su instrumentista. Yo tampoco me lo hubiera permitido, hasta me habría insultado, pero como ya estaba en otra dimensión, poco importaba.
Me encontraba rodeado de un mundo inimaginable. A mi alrededor una meseta rodeada de colinas lisas, tapizadas con un verde llanamente que no era pasto; y los árboles de copas redondas y troncos finos al mejor estilo Namecuseín. Gracias Dios que los sueños de los acusados en los juicios no cuentan como pruebas, si no iríamos todos en cana por plagio. Unos flamencos meseteros se acicalaban mientras graznaban alguna canción autóctona del lugar.
Dos naves espaciales surcaron el cielo y le dispararon a los flamencos que pasaron a mejor vida sin dejar ni una gota sangre. El ruido provocó que los pájaros de una selva siempre lejana, se asustaran y los monos gritaran. Anabela, tal como la recordaba de pequeña, tarareaba un bugui que le habían enseñado en el jardín de infantes. Ahora hablamos y reíamos como hobbits.
Por el camino que cruzaba la meseta apareció una moto sin tripulante y se dio un porrazo contra la colina más cercana a nosotros. Se oyó un estallido y con la onda espansiva se me durmió la pierna. Siempre que me acostaba boca arriba me pasaba lo mismo. Por suerte Anabela ya conocía esa deficiencia, por lo que no me ayudó a cambiar de posición.
De la colina brotaba vapor de agua y por entre el polvillo de yerba apareció un matetito saludando. Gracias por liberarme: ustedes deben ser los amantes, los estábamos esperando. Como no encontraba respuestas, miré a Anabela. Su cuerpo había adolecido de repente. Estábamos siguiendo al matetito cuando el muy tonto cayó de un pozo. Se hizo percha el pobre. Tomen la ruta con la moto, pero aléjense de la selva.
Fingí que me seguía doliendo la pierna para no manejar. Siempre que habían dado temor las motocicletas; además tenía ganas irreprimibles de apoyar mi miembro en ella, para sentir que aún me quería.
Viajamos a alta velocidad por un largo tiempo, más de la que permitían los carteles. Una nave nos intentó detener, y como no lo hicimos, nos disparó. Un toque de volante a tiempo evitó que nos dieran.
Anabela había desaparecido, en su lugar había una conductora de motos profesional. Ella siempre había querido tomar el control y a mí me parecía bien el doblemando. Pero un hombre debe hacer lo que un hombre debe hacer: y en la palabra hombre la mujer está excluida. Otro tiro nos dio cerca.
Aparecieron unos patos con resortes en las patas que daban largos trancos, tan largos que parecían saltos. Nos acompañaban cantando; mirando al cielo nos abandonaron. Se largó a llover. Gota tras gota y Anabela me permitió resguardarme debajo de su piloto. El camino se volvía resbaladizo, por lo que la moto derrapaba. Una nave nos impedía el paso a la civilización. Mi compañera paseaba desnuda por la meseta anterior, ante la vista de algunos civiles. Solo se había dejado el casco. Es por este motivo que la nave le disparó. Yo me volví loco. Hablaba sólo y balbuceaba lenguas marcianas. Solo que en Marte nunca se habló. Cuando desperté le expliqué al enfermero que la habían matado por ser sí misma.




martes, 13 de marzo de 2012

Susceptibilidades



Hay de aquellos susceptibles que lean esta historia. Yo tengo una novia, tenía, se me disparó al cielo. Recién, hace unos segundos.
          El problema seguramente comenzó mucho antes de haber llegado a mis manos. Yo me encontraba en el taller literario cuando ella me mandó un mensaje diciendo que estaba mal y me necesitaba. Le pregunté que le pasaba y me dijo que estaba llorando hace rato, que no quería molestar a nadie pero que necesitaba una palabra de aliento. Me fui hasta la casa pero no salió, la llamé pero no contestó.
          Cuando volví la encontré conectada. Le pregunté que le pasaba y me dijo que estaba recostada. Pensé que ya estaba bien, pero empezó a escribir letras separadas, señal de que sus lágrimas caían sobre el teclado. Se me partía el alma pero empecé a contarle cómo había estado mi día. Al parecer dejó de llorar porque ya no escribía. Quién es esa chica Marisa; esa chica es una compañera de trabajo nada más. Pero te llamó Ger; si, todas mis amigas me llaman Ger. Pero me dijiste que era tu compañera de trabajo nada más y otra vez a llorar.
          Siempre me había afligido ver mal a algo tan frágil como una mujer. Ni hablar de enterarse que están llorando por medio de una computadora. Le recordé que la quería y le envié un video de un niño de la página de chismes. Me hace acordar a mi hermanito; sigue llorando. Te paso a buscar y vamos a dar una vuelta; que no, que le dijera a Marisa y que extrañaba a su hermano. El sábado te llevo al cementerio; bueno, dejo de llorar.
Ahora que estás más tranquila contame que te pasa; me encontré con mi ex novio y me dijo cosas feas, cosas como que vos me engañabas y que yo era mucha chica para vos; entiendo. Y me dijo que me quería y me habló de esa Marisa por eso te digo; nena vos tenés que entender que ese pibe está trastornado, no entiende que vos no sentís nada más por él, me da bronca que te juro si lo veo por la calle le rompo la cabeza. No no hagas eso mi amor, es un buen pibe en el fondo, ya me calmé un poco gracias por preguntar; de nada para eso estoy, para escucharte. Qué te parece si te paso a buscar y nos hacemos unos mimitos; no, estoy delicada. Ahh, cierto que esta mañana me dijisite que estabas indispuesta; yo no te dije eso, otra vez a llorar. Se desconectó
          Me sonó el teléfono: hola mi amor, qué te pasó; nada tonto, llamaba para ver qué íbamos a hacer esta noche, soy Marisa…