sábado, 7 de agosto de 2010

Bebé superdesarrollado



Había una vez un hombre que por esas cosas de la genética humana nunca dejó de ser un bebé, su cabeza, pequeña, nunca desarrollo cabello, sus extremidades se mantuvieron cortas. Su piel suave como la de un recién nacido, la nariz aplastada, los ojos brillantes, sus piecitos, dos ñoquis. De nombre le pusieron Román.
Sus padres estaban muy preocupados. Consultaron a medio millar de especialistas, lo sometieron a incontables y rigurosas pruebas, le dieron de tomar miles de pastillas, pero nada le hacía efecto. Tanto fue el esfuerzo de ellos, que un día decidieron abandonarlo todo, e irse a vivir lejos. Cuando digo abandonarlo todo, incluyo al pobre niño, que quedó a la deriva de orfanatos y familias sustitutas.
Así fue que el niño creció, y se hizo hombre (quieranló sus tutores o no). Obviamente que físicamente no cambió mucho. Siguió petizo, con uno que otro pelo en la cabeza, la misma mirada y frescura en la piel. Pero (como hemos dicho) ya no era un niño, sino un hombre.
Para ese tiempo se había alejado de su nueva familia, por problemas que todo hombre tiene al crecer en ese círculo. Ya no podía vivir más con su padre adoptivo, vivían discutiendo y peleando, tanto así, que cada discusión pasaba siempre a mayores y terminaba con los adornos de la casa, todos destrozados por el piso. No obstante, el cariño por su madre estaba intacto. “Ah no, a la vieja no se la maltrata…” solía pensar en voz alta. Es por ello que no pasaba semana sin que ella lo llamara o acordaran en encontrarse en el jardín, lejos de la vista de su padre, mientras ella regaba las plantas. Su nombre era María Élida.
Román, había encontrado trabajo en una disco nocturna como patovica. Sus largas horas pasadas en el gimnasio le favorecían para esa labor. Era tristemente cómico, entrar al boliche “La Noche” y encontrarse que el de seguridad no era otra cosa que un bebé superdesarrollado, que con voz gruesa pedía al joven que abriera los brazos y las piernas para que se le realizara el palmeo. Entre sus compañeros era muy respetado, pero no faltaba ocasión alguna que algún borracho le dijera: “nene de mamá” o cosas peores, al no haberles dejado entrar al lugar.
No cabe duda que entre las mujeres, su “diferencia” (llamemoslé así) lo favorecía. La frase con que lo llamaban no difería en nada con la de los varones, pero no cabe duda que las mismas palabras salidas de los labios de un muchacha vestida con un top y minifalda, no significaban lo mismo. Así que en ese aspecto no era tan mala la vida de este “pobrecito”.
Pero un día, saliendo del boliche: su corazón fue flechado, y… “agarrate catalina” fue lo que dijo Cupido.
No va que un jueves, para la salida del boliche se encuentra con una mina que le hace perder la cabeza. Como es sabido, no supo qué decirle. Su belleza lo impresionó, tanto, que llegó a percibir que ningún milímetro de su ser estaba desmedido, como si su padre hubiera sido Da Vinci, y su madre…
Para cuando escuchó su voz, ya estaba más que derretido.
_¿Va para la facultad de medicina?_ le preguntó al chofer del colectivo. _Subí nena_ le respondió éste.
Román pudo ver como el colectivo se alejaba, llevando consigo a su doncella. Era inútil, todo su chocolate estaba por el piso, y solo lo que quedaba de él la seguía en alma, corazón y espíritu, como si tuviera un imán.
Cuando llegó a su casa, se preparó una mamadera, y se dispuso a pensar un plan para conquistar a la muchacha. Fue así, que el día siguiente a la salida del laburo la esperó en el mismo lugar, a la misma hora, con la misma ropa (por una especie de cábala). Pero la niña no apareció. “Qué tonto” se dijo “los sábados a la mañana no hay clases. Tanto pensar para nada”.
Lo mismo sucedió toda la semana hasta llegar el jueves. En ese tiempo estuvo muy nervioso, por lo que recurrió muchas veces a su chupete; y aprovechó para hablar sobre el tema con su madre.
En realidad, él no le quería contar nada de nada, pero en una conversación telefónica que tuvieron su madre intuyó su extrañeza. Al verlo y tenerlo, días después, mientras regaba las plantas, ya no le quedaron más dudas.
_¿Qué es lo que le estás escondiendo a mami? _le dijo_ ¿un muchachita rondando por esa cabecita?_.
_No_ le respondió este.
_¡Vamos, a mamá mono con bananas verdes…!_ dijo_ contale a mami_
_ La verdad mamá, es que me enamoré perdidamente de una chica que vi en el colectivo, pero ella es estudiante, y yo solo un patovica…_ dijo con tristeza.
_Ay, hijo, hijo… cuántas veces te he dicho que no eres distinto a los demás. ¿Qué importa que seas un patovica, acaso ese no es un trabajo honrado? Todos los trabajos son honrados, menos robar_
_ ¡Pero mírame madre, solo soy un fenómeno, un bebé!_
_Yo no veo a un bebé_ dijo e hizo una pausa_ veo a un hombre… _ dijo la madre y lo abrazó dándole un beso en la cabeza_ Mi hombrecito_
_Oh madre, si todas las mujeres pensaran como vos, qué feliz sería el mundo…_
_¿María, con quién hablas?_ preguntó el padre.
_Es mejor que te vayas…_ le dijo la madre
_ Bueno, adiós mamá_
El preciado día llegó, jueves por fin. Para mal, esa noche había estado movida. Había habido desorden en el boliche, por lo que había estado sacando muchachos revoltosos toda la noche. “Lindo noche para ponerse nervioso” pensó al terminar la misma.
Se le hizo tarde, por lo que salió corriendo para la estación de colectivos que quedaba a dos cuadras. Para su sorpresa ella estaba esperando en el mismo lugar. Todo su ser parecía estar igual que lo había dejado una semana atrás, radiante. Al llegar el colectivo, ella subió e hizo la misma pregunta de la otra vez. Sin dudarlo, él subió detrás de ella y pudo apreciar lo bien que olía. Los pasajeros lo miraban extrañados, más de uno quiso decirle al chofer que había un niño perdido en el colectivo. Por suerte al conductor esas cosas le importaban tres carajos.
Otra vez no supo que decirle, con qué palabras entablar una conversación para que sea sólida. En ese momento recordó las palabras de su madre acerca de su estado: “cuántas veces te he dicho que no eres distinto a los demás…”. Eso le dio coraje para arremeter con su cometido.
_¿Vas para la facultad de Medicina?_ La chica se sorprendió de que un bebé le estuviera hablando con una voz tan gruesa.
_Si_ respondió tímidamente la joven.
_Ahh… que bueno… yo también_
_ ¿Ahh si, qué estudias?_
Esa pregunta lo descolocó. Pensó y pensó una posible respuesta, pero a su cerebro de hombre no se le ocurrió nada. Por eso decidió ir al grano.
_ ¿Nunca te dijeron que sos muy linda?_
_¿Cómo?_
_Que sos muy linda…_
_Ahh eso… bueno, gracias_
Luego hubo se prolongó un silencio en el que Román no ocultó estar preocupado.
_ ¿Te pasa algo?_ le preguntó la chica
_ Si, la verdad que si… decime tu nombre y te lo digo_
_Romina…_
_ Mirá Romina, desde el momento en que te vi, quedé encantado con tu belleza_ le dijo e hizo una pausa_ A lo que me refiero es que… bueno…
_ Me bajo acá… chau_ le dijo Romina y descendió del colectivo.
Román quedó desconcertado, y cuando volvió en sí, el colectivo ya se había alejado de la parada. “Me cortó el rostro…” pensó “ ¿es esa la facultad de medicina?, ¡seguro que ni siquiera se llama Romina, y claro, al ver que un hombre con cara de bebé le hablaba se pensó que le estaban haciendo un joda”. Así pasó toda la semana haciéndose la cabeza con cosas por el estilo, hasta que una noche, después de tomada su mamadera de antes de ir al laburo llegó a una conclusión: él debía sacarse de la cabeza a esa muchacha que había conocido en la parada del colectivo. “Está decidido” se dijo “ ¡ya nomás me voy a bar de la esquina y me la olvido!”
Así fue que esa noche faltó al trabajo y se fue al bar a ahogar su pena. Tomó y tomó hasta el hartazgo, o mejor dicho hasta que el cantinero no le quiso servir más, enviándolo a la casa. Como no quería irse, llamaron al grandote del depósito (que hacía las de custodia) para que lo sacaran.
_ A mi no me manda nadie… ni siquiera mi mamá… hip_ dijo Román causando la risa de todos los comensales. Ni bien lo agarró el grandote lo dejó con las patitas en el aire. Como se resistía el mesero lo arrojó fuera del lugar, como a un bebé que lo dejan abandonado en la calle.
_Más vale que tu madre no se entere de esto…_ le dijo el cantinero y le cerró la puerta en la cara.
Se levantó como pudo, machucado por el atrevimiento y mareado por el alcohol, y salió a divagar por la gran ciudad. Así estuvo largo rato, hasta llegar al boliche en que el trabajaba.
Como es de saberse, su suerte lo había abandonado. Justo a unas pocas cuadras de ese lugar se fue a cruzar con los mismos pibes que la semana anterior había echado del baile.
_ ¡Mirá loco!_ dijo uno(los demás no se habían dao cuenta)_ es el patova que nos dejó sin joda!. ¡Mirá como está, dado vuelta; vamos a darle!_
Y así hicieron, en unos pocos segundos el bebé quedó rodeado de individuos que le pegaron y patearon sin piedad. Román no pudo hacer otra cosa que llevarse el pulgar a la boca y aguantar la paliza. Luego llegó la policía y los pibes salieron corriendo.
Al llegar la mañana Román despertó y vio algo lo más hermoso que sus ojos habían visto alguna vez.
_Mamá_ dijo. Ella sonrió y su corazón sintió que llegaba al cielo.
_No… no soy tu mamá, ojalá lo fuera…_
En ese momento, volvió a mirar y el rostro que veía no era otro que el de la chica de la parada del colectivo.
_Romina… ¿que hacés acá? ¡Ay! ¿Qué me hacés…?_le dijo
_Pasaba por aca para tomar el micro a la facultad, ya lo olvidaste, no te quejes, estás molido y estó es un poco de alcohol en gasa…_
_Ay…_
Román estaba muerto de vergüenza. Esa era la última condición en que hubiera querido que Romina lo viera. Se iba a llevar el pulgar otra vez a la boca, y dejarse curar como un bebé deja que le cambien el pañal cuando está sucio, pero se restableció y se fue corriendo de la escena.
_Disculpame…_ fue lo único que dijo.
A la semana siguiente, ya había vuelto a trabajar en “La Noche” con un ojo hinchado y una venda en la cabeza que tapó con anteojos de sol y un sombrero. Su jefe estuvo a punto de echarlo. Si no fuera por su atracción de mujeres al sitio lo hubiera hecho. Esa noche se había puesto más perfume que de costumbre y se había privado de comer pizza o empanadas que le alteraran el aliento. Ni bien terminó la fiesta se fue con una rosa en la mano a tomar el colectivo que lo llevaría a quien sabe donde.
Cuando llegó a la parada, ella no estaba. No fue hasta que llegó el colectivo que ella apareció. Ambos subieron.
_No te di las gracias por lo de la otra vez_ dijo y le dio la rosa.
_Bueno gracias… lo importante es que… ¿vos cómo estás?_ le preguntó Romina. Él se sacó los anteojos y el sombrero para mostrarle.
_ Bueno… es solo cuestión de tiempo_ le dijo ella examinado cuidadosamente sus lastimaduras.
_La otra mañana_ le dijo Román_ no me dejaste llegar al grano de lo que quería decirte. Lo que sucede es que… yo… vos…_
_Aquí bajo_ le dijo ella.
_¡Claro!_ pensó en voz alta_ ¡quien va a querer a un hombre que parece un bebé!_.
Ella se bajó. Él hizo lo mismo. Y ella le dijo:
_ Yo no veo a un bebé_ e hizo una pausa_ veo a un hombre….

No hay comentarios:

Publicar un comentario

"Yo no te pido que me bajes una estrella azul
solo te pido que mi espacio llenes con tu luz":