martes, 14 de diciembre de 2010

Beatle




Él era un joven estudiante de ingeniería; ella una contadora pública de larga trayectoria. Se conocieron en la sala de los consultorios médicos de la ciudad de P. de la que ella era dueña y él paciente del Lic. F., que atendía en ese lugar.
               Desde el momento que la vio, quedó herido por la flecha de Cupido y, aunque no lo supiera, en el fondo de su corazón empezaba a anhelarla más allá de cualquier impedimento. Ese amor estaba basado en un fuerte atracción sexual (que se justificaba) pero que obviamente, prefirió reprimir para no quedar fuera de la moratoria social, aquella que todos seguimos como una brújula al norte.
               Ella también se sintió atraída por el joven muchacho (a pesar de ser mucho mayor que él) pero a priori no estaba dispuesta a conceder tal irracionalidad. Sumando a esto,  poseía una familia bien establecida, un marido, hijos, cuñados,  etc.
Como una especie de placebo a esa pulsión, ella decidió ofrecerle un bomboncito de chocolate para pasar el rato (cuasiplusválico) que se origina entre los turnos de cada paciente. Él agradeció, y a esa cortesía hubiera querido agregarle un “gracias, linda” pero su afición a las moratorias sociales le pudo otra vez.
               Luego el Lic. F. lo llamó e hizo pasar para comenzar con la sesión semanal. Casualmente, en la misma, el psicólogo le preguntó qué clase de mujeres le gustaban.
_ Usted sabe F. que no sé exactamente por qué, pero a mi me gustan las mujeres tetonas…_
               A esa respuesta el analista pidió que se explayara más, solo para detenerse en ese punto y, de ese modo, como enseñó Freud, entrar en la intimidad de la persona.
_ ¿Pero que tipo de tetonas le gustan, las naturales, las viejas, las descomunales, las pequeñas?_
               A ello, él se puso colorado y solo pudo contestar dos palabras:
_Las viejas…_
               Esas dos palabras causaron la pérdida del Lic. F. que, dejando atrás toda su trayectoria profesional, todos sus estudios, todos sus refucilos de ética, se dejó arrastrar por una simple curiosidad personal.
_ ¿Pero viejas como cuáles, como la secretaria, como la Chicholina…?
               El paciente no quiso continuar con el tema de conversación, dando como única respuesta el asentir con la cabeza. Y al analista le brilló un resplandor en la pupila que lo hizo recordar sus respectivos roles.
               El joven dejó aquel día el consultorio del Lic. F. con la desesperanza de que ella nunca le pertenecería, que era un mujer mayor, y que él estaba rodeado miles de minas de su misma edad que nunca le prestarían atención. Pero a esta clase de pacientes cuando se les mete algo en la cabeza es muy difícil que alguien (inclusive él) se lo pueda sacar.
               La siguiente semana le dió charla, indagando la beta de la conquista. Le llevó flores con la mentira de que en su pueblo se festejaba el día de la secretaria; la otra bombones, con la escusa de que se los enviaba especialmente su madre, que quería saludarla por su buena disposición para con su hijo.  A la cuarta vez pidió el último turno y llegó, por esas casualidades, extremadamente temprano. Se le fue acercando poco a poco; al principio ella se resistió. Cuando el Lic. F. llamó al próximo paciente, lo encontró coqueteando con su secretaria, comprobando sus sospechas.
               En otra ocasión, ella le pidió a él que le ayudara a llevar unos papeles hasta su auto, y luego que la acompañarla a casa porque no se sentía segura a esas horas de la noche. Él aceptó sin objeciones.
               En la casa no había nadie, su esposo se había ido a la cena del Rotary club y sus hijos habían quedado con sus abuelos maternos. Ella lo sedujo, él la besó. Ella se desbrochó la camisa y lo invitó a pasar a la alcoba.
               Lo que sucedió entre ambos se repitió durante algunas semanas; como es común los rumores de aquella relación corrieron rápido por la ciudad. El marido se enteró y comenzó a sospechar del psicoanalista. El Lic. F. se declaró incompetente y derivó al paciente con otro profesional.
               Ella decidió hablar con él:
_ Las cosas no andan bien en casa, perdoname pero lo nuestro fue muy lindo, pero se terminó…_
               Él le pidió que sacrificara su familia y su trabajo si era necesario. Ella le dio esta respuesta cómo única razón:
_ Es como dice la canción: tu amor es único pero no es mi único amor…

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"Yo no te pido que me bajes una estrella azul
solo te pido que mi espacio llenes con tu luz":