lunes, 2 de mayo de 2011

La ciudad de los artistas

Estaba llegando tarde a una cita con el psicólogo, por lo que así apurado por Cronos como me encontraba, decidí tomarme un taxi. Para sorpresa mía y quizá, para muchos de las de los lectores, entré en razón de que el taxista que me llevaba no era otro que el “Flaco”. Se estaba fumando un pucho, y escuchaba bajito un tema de los Beatles. Cuando le comenté el tema del clima, me empezó a explicar de la vida.

_ Sabés lo que pasa loco, que el clima vomita la bilis de lo que no es y encima es dado a hacerlo sobre los que más lo critican_ me dijo_ Es como un orbe que está vivo y por eso se da hacia dentro y sufre y se enamora de unas lindas piernas. Qué lástima que no tengo la viola, yo soy músico, hace mucho tiempo tuve una banda pero ahora soy solista. Sabés la melodía que compondría en este momento. Por ese loco, no te apures, estamos sumergidos en un éter que nos da de mamar como a recién nacidos. Hoy estamos, el mañana es una figura retórica para llenar el vacío. Me abstengo de hablar de lo qué fue…_

No entendí mucho lo que me quiso decir pero lo que dijo me hizo que asintiera. Después me preguntó que era de mi vida. Le conté que solía ser estudiante y qué ahora estaba en veremos.

_ No, loco. Volvé ya a los libros. Los cristales que se vuelan yéndose cortan al volver. Este éter es muy amargo para los que no pueden serse. Volvé_

Le di la razón. Me estaba explicando algo poéticamente complicado cuando nos topamos con un embotellamiento. Aún nos encontrábamos lejos de destino. Apareció un policía y nos dijo que tendríamos para rato. El flaco se calentó.

_ ¿A vos te parece loco dominar mi hoy?_ le dijo enojadísimo_ Yo no sé por qué no estos autos convergen en un solo pájaro volador, a menos que los represores de hoy nos lo impidan.

El cantautor se prendió otro pucho y me convidó uno. Le pedí que se calmara, que si no el policía lo iba a tomar de punto e iba a ser para peor. Miré el reloj, lo más conveniente era que me fuera caminando. Pagué el viaje y le agradecí al conductor por sus consejos.

_ De nada loco, gracias a vos_ me respondió.

Bajé del taxi y enfilé derecho por la vereda de la avenida. Nunca había tomado este camino y estaba en duda si era Güemes o Alverti. Hacía mucho calor, tanto que el asfalto era una estufa irradiada por el Sol. “Qué loco”, pensé. Un ratito de escuchar al flaco y ya se me había pegado lo poeta.

Paré en un quiosquito de una esquina a comprarme una gaseosa. Estaba saliendo cuando, en la vereda de enfrente, montado en un auto vi a nada más y nada menos que a Pablo. Estaba estacionado, con el brazo apoyado en la ventanilla baja en posición pensante. Tenía una pista de Sandro al mango, y la cantaba.Así, todavía en mi asombro, me crucé para pedirle un autógrafo.

_Tus labios de rubí de rojo carmesí. Parecen murmurar mil rosas sin hablar, Igual que sufro yo… Hola chico, en qué puedo ayudalte. Ahh un autógrafo, no hay por dónde. Yo bien, de vacaciones en cuba, qué digo chico. Sepas disculpar los desvaríos de un cubano. Llevando la nueva trova a dónde quiera que vaya. Si, créeme que si el Che viviera sería un cantante de trova. ¿Te enorgullece sentir el nombre del Che? Si hermano, nos dio una buena mano. Ahora si me disculpas. ¡Yolanda, eternamente Yolanda, apúrate chica que Cuba se vuelve libre! Ay Dios, estas mujeres. Cuídate mucho_

Cuando su mujer subió al auto, éste bajó la música y salió arando. Miré el reloj, debía apurarme o llegaría tarde. Todos sabemos que los psicólogos son exigentes tanto para el comienzo de la entrevista como para su finalización. Tomé la calle que hacía esquina con la avenida y seguí mi camino.

No hice dos o tres cuadras y me topé con la biblioteca municipal. Estaba apurado, pero no por eso me pude resistir a la tentación de pasar a saludar. El bibliotecario del lugar no era otro que Jorge.

_ Hola querido_ me dijo

El escritor ya estaba un poco ciego. No veía ni qué libro sacaban o cual devolvían. Utilizaba una especie de retórica socrática para averiguar de qué libro se trataba al estilo: “¿Cómo estuvo tu lectura?” o “¿qué te pareció el género?”. De última, contaba con el consejo de un gusano de biblioteca, que de tanto estarse en ésta, ya era una especie de ayudante. Las malas lenguas dicen que en realidad lo hacía para robarle ideas. Avisé que solo pasaba a saludar, que estaba apurado y que debía irme.

_Chau_ me saludó Borges y me fui.

_¿Sabes qué Rennato?_ le dijo a su ayudante

_Digamé Don Jorge, pero espéreme dos segundo que presto la oreja_ dijo el joven y aprovechó para sacar la libreta en la que robaba las notas.

_Me parece muy curioso lo que pasa_ dijo Borges_ Éste pibe, el que escribe, no tiene la más mínima idea de lo que es la literatura. Yo empezaría por preguntarle principalmente si aprendió a leer o es que escribe por iluminación. Seguramente, no sabe leer, ese el problema. Escribe dos o tres palabras y hasta los malos poetas se retuercen en sus tumbas. Y se hace el cuentista… ves por cosas como ésta es que pienso que he vivido mucho. Lo peor de todo es que se dice mi amigo. Cuánta verdad el decir que el perro es el mejor amigo del hombre. La diferencia es que los perros escriben dejando huellas, y éste ni eso. Ay, maldito es el que puso sus cuentos en mis manos. Y después me preguntan por la ceguera… Con escritores como éste más vale ser ciego y no querer oir_

_¿Disculpe como era eso último Don Jorge?_

De nuevo en camino, ya me estaba acercando al consultorio de mi analista. Miré el reloj, estaba un poco justo de tiempo. Cruzando el bulevar para ir por la sombra me encontré con un canillita muy particular.

_¡Oh, posibles lectores, quiera el Señor me compréis el periódico, es barato para los corazones humildes, oh, posibles lectores!_ decía el tipo.

Vestido aún así, con la gorra y el chaleco reflector lo conocí. El vendedor se llamaba Guillermo. Yo estaba apurado, pero cuánto me tomaría comprar el diario, dos segundos

_Es muy amable vuestra merced, que los periódicos los puso el cielo para que lleguemos a él. Ay, pobres de aquellas almas que no tienen el don de la lectura. Ellos nunca serán, definitivamente. Ay, no hay consuelo en mi corazón. ¿A dónde irán a parar mis obras si nadie sabe leerlas? Ay, universo por qué conspiras a tu talante. ¿Qué será de Romeo y Julieta, esos dos corazones que bregan en el amor si nadie de los mortales conoce su historia, y para peor la olvidan aquellos que alguna vez la conocieron? Que Justicia me castigue si peno en vano. Beberé de este cáliz, el que quita la sed para siempre. Tu joven príncipe, que sabes leer, cuenta mi historia. Adiós, me muero.

Luego se arrojó al piso, lo que hizo estallar el aplauso de las viejas chusmas que se habían arrimado a la opereta. Le agradecí el cumplido, y expliqué que tenía que seguir con mi camino.

Miré el reloj, estaba llegando tarde. Por este motivo ensayé un galope que me hizo ganar del tiempo perdido.

Al final llegué al consultorio hecho sopa, eso sí. Para suerte mía, el licenciado estaba ocupado con un visitador médico. El nombre de este visitagalenos era Carlos, más conocido como Charly.

Salió del consultorio medio mareado. Lo único que dijo fue:

_Say no more_

María Elena, la secretaría, me pidió que pasara. El licenciado Sigmund me estaba esperando como todos los jueves a esa misma hora.

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