martes, 17 de mayo de 2011

El Hospital de Flandes

LA_REN~1


Don Florencio, despertó esa mañana cansado. Notó que su dolor provenía del catéter del suero que le habían puesto mientras dormía. Se cumplían seis largos meses desde que fuera internado en el hospital Gutiérrez, debido a una repentina convulsión. Los estudios le habían descubierto un tumor en el cerebro escondido desde hace vario tiempo. Estoy podrido de estar acá y los médicos habían sido optimistas diciéndole que a los seis meses estaría en su casa disfrutando de sus nietos, de su José Saramago, su Página 12 y Marito, su perro.
            Por la tarde recibió la visita de su sobrino Isidro, quien le leyó unas poesías que había escrito. Las mismas estaban dedicadas al Capitán Alatriste y le gustaron tanto que su tío le pidió que le trajera los libros. No podés leer pero te voy a traer la película. Promesa. El muchacho se estaba yendo cuando su tío comenzó a exitarse. Por tal motivo tuvo que llamar a la enfermera.
Esa noche la pasó muy mal, convulsiones y ataques de ira en sus momentos de vigilia. Decidieron doparlo para calmarle el dolor y que no se arrancara el alma de un tirón. Hay que operarlo, el cáncer se expande. Es una operación riesgosa pero no hay otra opción es una bomba de tiempo.
            Mientras estaba en el quirófano, le pareció que uno de los doctores vestía de negro. La sala estaba bien iluminada, tan iluminada como los campos de Flandes en un medio día de batalla. El gorro de plástico tenía las alas hecha jirones, la mano con el cateter era un florete, y la piel reseca eran atuendos desgastados del mil siecientos.
            En frente, el ejército Sueco, comandado por la mismísima Muerte. El médico del tercio español que le curaba una herida en la cabeza. La voz de carga y el pecho bien inflado, gritos. Florencio herido, arriba mi Capitán.
            Cara a cara con la Muerte, armada con una guadaña. El capitán Alatriste sedado por tanto dolor, ahora la miraba de frente. La Parca levantaba su hoz, él sonreía. Reía a carcajadas cuando lo cortó al medio. Su cuerpo en dos mitades era un chiste mal contado que igual daba gracia. La muerte, ofendida en lo profundo de su ego, retrotraía el recuerdo de la risa en la niñez y la depositaba en su víctima. Detrás de la Liche estaba su Dios cristiano; el capitán no dejó de reir. Se estaban yendo. La nada no duele es con la existencia que entra el dolor al mundo.
           
               

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solo te pido que mi espacio llenes con tu luz":