Como
por un llamado de la naturaleza, me vi impulsado a asistir a las costas. Quizá
inconscientemente quería encontrar alguna sirena de esas que suelen visitar las
playas. Clavé mi sombrilla en la arena y me estiré debajo la esterilla. Luego me
dispuse a leer el diario, con la esperanza de que a las sirenas les gustaran
los lectores. Estaba tomando mate con galletitas, cuando recordé aquello del
llamado y a qué había venido a la costa.
Pregunté por el baño y me
indicaron que debía ir hasta el buffet. Ya en él, enfilé para el tocador. Para
mi sorpresa, en la puerta del mismo, había una matrona que me impedía el paso.
La mujer me señaló un cartel.
BAÑO AL PÚBLICO $2. PEDIR POR
BUFFET.
Confieso que aquello me causó
indignación. Desde cuándo se había visto que en este país uno tuviera que pagar
por el baño público. No me merecía esto, al fin y al cabo yo siempre había dejado
propina en los baños de las estaciones de trenes. Así consternado como estaba,
regresé a mi micro campamento y reflexioné sobre el tema. Mientras, me hacía el
que leía el diario. Creo que había dejado la vista perdida en una propaganda de
calzoncillos. En ese momento recordé aquello del llamado y a qué había venido a
la costa. Dejé el diario y salí corriendo como un despavorido hacia el agua. Si
no fuera por la falta de bronceado y mis 10 kilitos de más, así con la malla
roja, hubieran creído que era el bañero en medio de un salvataje.
Siempre me había gustado la
soledad. El amontonamiento de gente me oprimía el corazón y me restregaba lo insignificante que era frente al universo.
De ahí supongo que también venía mi simpatía por el espiritismo.
Había encontrado un lugar poco
ocupado y ahora desconcentraba todas mis fuerzas para alcanzar la armonía. Y
cuando estaba por alcanzarla, una ola me tumbaba y me refregaba por la cara que
del polvo fuimos hechos. Y cuando perdía la sensación del cuerpo, otra ola y
que al polvo volveremos. Desesperado, desenfundé los dos pesos y pedí baño en
el buffet. Después olvidé por un tiempo aquello del llamado y nunca más pude
recordar a qué había venido a la costa.