miércoles, 29 de febrero de 2012

Dicen que es muda




Un mimo en patines que saluda a la cámara haciendo una figura mientras un oso de felpa y patines lo persigue de la mejor manera posible. Yo mirándolas, y pensar que en el breve instante que pasó divagué por tantas cosas: como que el tiempo corre hacia atrás y me obliga a rescribir lo escrito en el futuro que fue ayer o que el sol saldrá por el oeste. El solo pensar la cantidad de temas que tengo que abordar me ataca los nervios.
            Mi compañero de asiento echa un chiflido a las patinadoras cuasisacándome el oido. Lo insulto pero está eufórico, una euforia contagiosa motivo de que ahora yo también le gritara a la muchacha que era una diosa. Qué bárbaro, lo hombres tomamos lo elevado e inalcanzable como dioses, por lo que un hombre con tan poca experiencia sexual como yo (y seguramente también el de al lado) tiene de diosa a la mujer bella; ojo que una fea tampoco no me vendría mal, la fealdad muta como los filtros para café expreso.
            La mimo pasa cerca de las gradas en que estoy sentado y me lanza una mirada. Soy yo o las minas son de hacer ese tipo de cosas para conquistar. Miro alrededor de las treinta personas que somos en este lugar, más o menos la cuarta parte son apuestos; eso hace una probabilidad de… La macana es que el que tiene que dar el primer paso siempre es el hombre, arriesgándose a caer en un malentendido, en un rechazo injustificado o hasta en una conquista. No sé qué es peor; pero también hay que decir que existen valientes que van al frente, y que reman contra todo un sentido común y una filosofía de “miralo que viene sólo”. Lamentablemente ninguna valiente tiene mi teléfono, un teléfono que viene a acortar las distancias y a alargar la indiferencia. Aparato de mierda, nunca me va a llegar un mensaje de alguna cita con la plata que le meto a esa porquería. El tiempo corre hacia atrás y yo tendré que explicarles a todos que ayer tener un celular significaba estar preso…  qué imberbes.
            La osa de felpa casi se pega un porrazo en una figura un tanto inapropiada para su vestuario en un gimnasio que no entiende de secura. La gente se piensa que teniendo piso de parqué va a solucionar las filtraciones del techo; que dicho sea de paso si tuviera una acompañante se estaría mojado porque entre la siguiente persona y yo hay un espacio destinado a una gotera. Y cuando todos se callan se vuelve una tortura china.
            Me miró otra vez y ya está. Esa mirada me hizo aflorar desde lo más profundo de mi bilis intestinal lo que siento por esa mina. Esa cara que me hizo me recuerda a la cara de la mismísima bondad, y me dice ven sígueme, y me dice que los nobles no  saben lo que es el amor, me dice que la deseo porque antes deseé a mi madre, me dice que perdí la libertad porque alguna vez la tuve, y me dice que el niño es el centro de la pedagogía. “Dicen que la mimo es muda” me dijo la señora gorda del sombrero y el trajecito que se sienta del otro lado de Don gotera “pobrecita, tan talentosa que es”. “Y qué me dice del oso, ¿será el novio?”. “Si es el novio nene la ama mucho porque se deja llevar…” Parece que todos en este club leyeron a Sartre, la puta que lo parió.
            En efecto, la mimo estaba haciendo una pared imaginaria que el oso no vio a través de su boca de mediasombra que eran sus ojos, dejándolo sin otro agarre que el piso. El golpe sonó en todo el gimnasio y a la señora gorda se le voló el sombrero del asombro. Después sonó “Show must go on” y entró el siguiente número. Por entre los enfermeros pude ver que en realidad el oso era una mujer de pelo largo (vieja de mierda…).
            Con el solo de guitarra de Brian May y los gemidos de Mercury, me encaminé a toda marcha hacia los vestuarios de mujeres. “¿Adónde crees que vas hombre? me dijo el policía. Le expliqué que era el hermano del oso que en realidad era osa. Me dejó pasar hasta el vestíbulo y me dijo que allí esperara. El corazón me latía con una fuerza tal que no podía controlarme; las paredes empezaron a temblar y casi se produce un sismo en el edificio.
            La mimo ya sin maquillaje y vestida con la campera de su equipo de patín, apareció por entré una neblina de vapor de agua. “Hola” le dije, no me respondió. La seguí a través del largo pasillo explicándole quién era y qué hacía allí. Se estaba yendo en su bicicleta. “La verdad es que te quiero y aunque no creo en el amor para toda la vida, quiero quererte hasta que me quede vencido” le dije. La piba se dio vuelta y pronunció una palabra que no llegué a entender… Mañana me lo volverá a decir, pero como el tiempo corre hacia atrás, mañana ya es pasado.

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"Yo no te pido que me bajes una estrella azul
solo te pido que mi espacio llenes con tu luz":