domingo, 14 de noviembre de 2010

Te queré matá



Ésta es la historia de Miguel, un cumbiero y Fernando un normal. La misma transcurre en la ciudad de R… a pocos kilómetros de la capital.
Miguel es un estudiante poco sobreliente de cuarto año de la secundaria E.... Es por ello que sus padres, preocupados por las calificaciones de su hijo, contactaron a Fernando para que le diera el apoyo escolar que éste estaba necesitando.
Fernando es un estudiante de la universidad de L… y profesor particular de alumnos de escuela media. No era de los más reconocidos, ni tampoco el trabajo dejaba mucha plata que digamos, pero le servía por lo menos para bancarse los apuntes y algún que otro gasto que éste quisiera hacer.
Así fue que, previo llamado de la madre de Miguel, que Fernando visitó a su hijo por primera vez.
La casa era un chalesito humilde en el que Miguel vivía junto con sus padres y una hermana menor. Fernando golpeó las manos y a su encuentro salieron toreando dos perros. En el fondo de la casa alguien escuchaba cumbia a todo lo que daba. Ya estaba por irse, cuando Miguel apareció en el patio calmando a sus mascotas y pidiéndole a Fernando que pasara.
_¿Fernando?_ le preguntó señalándolo con el dedo_ ¡basta Freda a cucha…!.
_Si, vos debés ser Miguel_ respondió Fernando.
_Mucho gusto_ se dijeron y se apretaron la mano.
La clase duró dos horas en las que Fernando explicó a Miguel de la mejor manera que pudo la lección de Matemática. Durante la misma la madre de Miguel le había pedido a su hijo que bajara la música varias veces para que estos pudieran estudiar mejor a la que esté se rehusaba. No fue hasta que, Fernando mediante, que el adolescente se digno a hacerlo.
Terminada la misma, Fernando obvió el precio de la clase (por pedido de la madre de Miguel) prometiendo que la misma sería pagada el próximo lunes, horario a confirmar por teléfono, cuando se volvieran a reunir. Todo ello ocurrió un lunes de un mes de invierno.
Hasta allí todo bien. El conflicto que es motivo de ésta historia ocurrió la madrugada del domingo siguiente.
Fernando volvía a su casa después de haber ido a bailar al boliche normal de la zona. Esa noche había sido terrible: todas las chicas que había encarado le habían dicho que no. Sólo pensaba en volver a su casa para acostarse y aceptar que aquella no había sido una buena noche.
Justo cuando doblaba la esquina para llegar a su casa, coincidió en cruzarse con una farra de amigos que volvía del boliche cumbiero del lugar.
_¡Eh gato, una monedita para la birra!_ le pidió uno de ellos.
_No, no tengo flaco…_ le respondío Ferrnando.
_¡Dale… recatate gato, que te cuesta, y la compartimos…!_
_ ¡Rajá de acá negro cabeza!_
El cumbiero, que estaba ya medio borracho, retó a Fernando a tener una pelea
_¡Parate de manos guacho!_ le dijo_
Fernando, que no se quedaba atrás, les hizo frente. La pelea fue pareja, pero los cumbieros al percatarse de que las cosas se complicaban para su amigo se metieron a ayudarlo. Para ese entonces, el joven quedaba rodeado de muchachos y muchachas, que lo insultaron y le pegaron hasta dejarlo inconsciente.
Entre ellos se encontraba Miguel. Uno de sus amigos se avivó de que le habían pegado a un conocido suyo.
_¡No…te queré matar!_ le dijo, y luego todos huyeron corriendo de allí.
Miguel se volvió para ver a Fernando, que yacía en el suelo, pero movido por el miedo huyó en pos de sus amigos.
Cabe destacar que el lunes siguiente la madre de Miguel no volvió a llamar (por pedido de éste) a Fernando para que le diera la clase que habían acordado, y que Miguel desaprobó el examen de matemáticas.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Apocalypsis nunc



Lo que les voy a contar, sucedió un 21 de septiembre para el día de de la primavera. Mis amigos y yo habíamos estado tomando mate en ronda y contando anécdotas; y ahora estábamos jugando un partido de basquet.
Entre nosotros no solo había hombres por lo que se podría decirse que el partido era mixto.
El sol se estaba poniendo y había una luz roja tras las nubes, tan roja como el pelo de la novia de uno de mis amigos (ambos allí presentes). Era un día hermoso, se podría decir, y hasta el momento la estábamos pasando de diez.
Todo sucedió en el momento en que, en medio del partido de basquet, se me dio por meterle una tapa y festejarla, a mi mejor amigo. Todavía no logro entender el por qué de todo ello, pero lamento profundamente el haberme mofado de aquello.
Las agujas de nuestros relojes se detuvieron y mis amigos y yo comenzamos a pelearnos los unos a los otros. Y no solo a pelearnos, sino a acribillarnos.
La policía quiso intervenir, pero fue para peor. Ahora los oficiales nos abusaban y se devoraban los cadáveres de mis amigos caídos.
El parque, antes un amplio jardín verde, ahora se agrietaba y desde allí brotaba lava volcánica de las entrañas de la tierra. La gente alrededor se rasgaba las vestiduras, y se volvían lobos, y se mataban a garrotazos los más fuertes, y se comían los cadáveres que quedaban los otros.
Fue en ese momento en que la luz roja se extendió formando una escalera, de la que Jesús glorificado bajó de los cielos a rescatar a los justos.
Yo me encontraba comiendo la carroña de un desfigurado, cuando del cielo cayó una bola de fuego exterminándonos a mí y a los que estaban a mi alrededor. Luego cayeron otras y ya no se supo qué fuego surgía del suelo y cuál surgía del cielo.
Todo ello lo recuerdo con mucho dolor, el mismo dolor que siento en este lugar mientras escribo esto. Y lo que escribo, lo hago como una excepción a la divina regla concebida por Dios.