viernes, 24 de septiembre de 2010

El Francotirador



- La velocidad del viento es de solo 12 hectopascales-
-Silencio y calma… eso es lo que necesito, eso es lo que me debería sobrar por ser un profesional.
            El objetivo se posicionaba a los -33º 43´ 05´´ de altitud y 24º 97´ 15´´ de longitud. Mi ayudante me había indicado y yo lo había constatado en la mira telescópica, desde una terraza del edificio F… de la calle nº…
Ya tenía el dedo sobre el gatillo, ya había preparado el rifle, ya había tomado medio diazepan, ya había seleccionado la ropa negra para camuflarme en las sombras, ya había repasado el plan una y otra vez, ya había recibido la mitad de la paga en un maletín…
Juro que iba a dispararle, pero el tipo quedó fuera de mi campo de visión. Mientras lo buscaba desesperadamente, se me pasó por la cabeza la idea de perdonarle la vida. Después de todo, eso era, un tipo, y no solo un objetivo.
-El objetivo vuelve a la posición alfa, ahí está otra vez el maldito…
Lo copié, y cuando me calmé un poco me decidí a seguir con el trabajo. Y puse otra vez el dedo en el gatillo. Pero por alguna razón no me decidía a hacerlo. Sabía que todo era cuestión de sacar el seguro, jalar y esperar a que me dieran el positivo, armar el bolso e irnos, como indiferentes, mientras en el edificio de enfrente saliera a escena un asesinato a plena luz del día. Y para colmo el tipo volvió a moverse.
-Atención tirador, el objetivo se desplaza hacia posición beta, ajustá la mira dos grados más de longitud y tres menos segundos de altura-.
            Lo volví a copiar, y esta vez localicé al tipo. No obstante, tuve que pedír de nuevo las coordenadas, que fueron las mismas. Y era obvio que no estaban erradas, porque nunca lo estaban. Solo era que en esta ocasión mi cabeza me estaba jugando una mala pasada, a mí, un profesional. Luego disparé
-Atención, disparo fallido; el objetivo vuelve a moverse, posición omega -33º 43`05´´ de altitud, 33º 15´76´´ de longitud y en movimiento ¿lo tenés?
-Diablos, parece que se dio cuenta de todo.
-¡Cerrá la boca idiota y decime si lo tenés!
-Si, si, lo tengo…
-¡Entonces prosigue!
            Se oyó otro disparo en el aire. Como resultado quedó mi compañero todo ensangrentado, con el semblante como preguntando por qué le apuntaba a él.
            Cuando el desvarío hubo pasado, y las palomas que se habían asustado por el disparo volvieron a sus quehaceres, me decidí a terminar con el plan.
            Pasé el ojo por la mira y pude ver que el tipo había escapado. En su lugar encontré a una morocha muy pulposa, que sin más reparos que una toalla amarrada al cuerpo, se disponía a peinar su cabello cerca de la ventana.
            Me dispuse a matarla como premio consuelo, ese disparo que sólo los adictos a este oficio podrían llegar a entender. Mas mi mente se enturbiaba otra vez y ahora la muchacha me seducía, y me llamaba a que fuera a su cuarto para compartir su cuerpo. Mas la vi así, tan joven que ora podría ser su padre,  y ora esa idea me causó un placer tan raro que preferí alejar la mira de allí.
            Fui a parar a un comedor de un departamento familiar. En el mismo se erigía una mesa, en cuya cabecera estaba sentado el padre, a su derecha, la madre y a la izquierda la niña. A pesar de hallarme a gran distancia, pude ver que la niña llevaba consigo un libro de Franz Kafka y que en voz alta, se lo estaba leyendo a su familia. Y en eso, vi también cómo el padre se levantaba de la silla y le entregaba un cachetazo a su hija, dejándola fuera de mi vista, seguramente llorando.
            Me llené de ira, y esa ira se mezcló con las ganas de poseer a la mujer del tipo, lo que hizo que no me cupieran dudas: ese debía ser mi objetivo, a ese le daría muerte.
            Pero luego recordé que Franz Kafka ya había criticado duramente a la figura paterna, y que de seguro ese imbécil ya había recibido una lección de su hija. Alejé también la mira y mi interés de allí.
            Recorrí el edificio de punta a punta, y el hormigón me pareció una masa áspera y amorfa, capaz de caerse encima de quien se atreviese a pasar por debajo de su sombra.
Y en ese pensar, me volví a encontrar con el tipo, el objetivo original. Fue allí que recordé a qué había venido a este lugar.
            Y sabía que ese tipo era un mal tipo, que en algo raro andaba. Si no, no me lo hubieran mandado a matar. Sabía que también era una eminencia en cuestión de contrabando y quién sabe cuántas cosas más…
            Pero en esa maldad, en esa relatividad en donde todo estaba permitido, vi reflejada a mi propia maldad, a mi propia relatividad en donde todo está permitido. En fin de cuentas me vi reflejado a mí mismo, y eso me hizo pensar mucho para mis adentros:
-¡Cielos e infiernos…!-
            Es por eso que le di la vuelta al rifle; esta vez apunté hacía mí y apreté el gatillo.
            A la mañana siguiente los periódicos acordaron en que había habido dos muertos en un intento de asesinato. Para unos a un comisario, para otros a un capo de la mafia.


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"Yo no te pido que me bajes una estrella azul
solo te pido que mi espacio llenes con tu luz":