- La
velocidad del viento es de solo 12 hectopascales-
-Silencio y
calma… eso es lo que necesito, eso es lo que me debería sobrar por ser un
profesional.
El objetivo se posicionaba a los
-33º 43´ 05´´ de altitud y 24º 97´ 15´´ de longitud. Mi ayudante me había
indicado y yo lo había constatado en la mira telescópica, desde una terraza del
edificio F… de la calle nº…
Ya tenía el dedo sobre el gatillo, ya había
preparado el rifle, ya había tomado medio diazepan, ya había seleccionado la ropa
negra para camuflarme en las sombras, ya había repasado el plan una y otra vez,
ya había recibido la mitad de la paga en un maletín…
Juro que iba a dispararle, pero el tipo quedó
fuera de mi campo de visión. Mientras lo buscaba desesperadamente, se me pasó
por la cabeza la idea de perdonarle la vida. Después de todo, eso era, un tipo,
y no solo un objetivo.
-El
objetivo vuelve a la posición alfa, ahí está otra vez el maldito…
Lo copié, y cuando me calmé un poco me decidí a
seguir con el trabajo. Y puse otra vez el dedo en el gatillo. Pero por alguna
razón no me decidía a hacerlo. Sabía que todo era cuestión de sacar el seguro,
jalar y esperar a que me dieran el positivo, armar el bolso e irnos, como
indiferentes, mientras en el edificio de enfrente saliera a escena un asesinato
a plena luz del día. Y para colmo el tipo volvió a moverse.
-Atención
tirador, el objetivo se desplaza hacia posición beta, ajustá la mira dos grados
más de longitud y tres menos segundos de altura-.
Lo volví a copiar, y esta vez localicé
al tipo. No obstante, tuve que pedír de nuevo las coordenadas, que fueron las
mismas. Y era obvio que no estaban erradas, porque nunca lo estaban. Solo era
que en esta ocasión mi cabeza me estaba jugando una mala pasada, a mí, un
profesional. Luego disparé
-Atención,
disparo fallido; el objetivo vuelve a moverse, posición omega -33º 43`05´´ de
altitud, 33º 15´76´´ de longitud y en movimiento ¿lo tenés?
-Diablos, parece
que se dio cuenta de todo.
-¡Cerrá la
boca idiota y decime si lo tenés!
-Si, si, lo
tengo…
-¡Entonces
prosigue!
Se oyó otro disparo en el aire. Como
resultado quedó mi compañero todo ensangrentado, con el semblante como preguntando
por qué le apuntaba a él.
Cuando el desvarío hubo pasado, y
las palomas que se habían asustado por el disparo volvieron a sus quehaceres,
me decidí a terminar con el plan.
Pasé el ojo por la mira y pude ver
que el tipo había escapado. En su lugar encontré a una morocha muy pulposa, que
sin más reparos que una toalla amarrada al cuerpo, se disponía a peinar su
cabello cerca de la ventana.
Me dispuse a matarla como premio
consuelo, ese disparo que sólo los adictos a este oficio podrían llegar a
entender. Mas mi mente se enturbiaba otra vez y ahora la muchacha me seducía, y
me llamaba a que fuera a su cuarto para compartir su cuerpo. Mas la vi así, tan
joven que ora podría ser su padre, y ora
esa idea me causó un placer tan raro que preferí alejar la mira de allí.
Fui a parar a un comedor de un
departamento familiar. En el mismo se erigía una mesa, en cuya cabecera estaba
sentado el padre, a su derecha, la madre y a la izquierda la niña. A pesar de
hallarme a gran distancia, pude ver que la niña llevaba consigo un libro de
Franz Kafka y que en voz alta, se lo estaba leyendo a su familia. Y en eso, vi también
cómo el padre se levantaba de la silla y le entregaba un cachetazo a su hija,
dejándola fuera de mi vista, seguramente llorando.
Me llené de ira, y esa ira se mezcló
con las ganas de poseer a la mujer del tipo, lo que hizo que no me cupieran
dudas: ese debía ser mi objetivo, a ese le daría muerte.
Pero luego recordé que Franz Kafka
ya había criticado duramente a la figura paterna, y que de seguro ese imbécil
ya había recibido una lección de su hija. Alejé también la mira y mi interés de
allí.
Recorrí el edificio de punta a
punta, y el hormigón me pareció una masa áspera y amorfa, capaz de caerse encima
de quien se atreviese a pasar por debajo de su sombra.
Y en ese pensar, me volví a encontrar con el
tipo, el objetivo original. Fue allí que recordé a qué había venido a este
lugar.
Y sabía que ese tipo era un mal
tipo, que en algo raro andaba. Si no, no me lo hubieran mandado a matar. Sabía
que también era una eminencia en cuestión de contrabando y quién sabe cuántas
cosas más…
Pero en esa maldad, en esa
relatividad en donde todo estaba permitido, vi reflejada a mi propia maldad, a
mi propia relatividad en donde todo está permitido. En fin de cuentas me vi
reflejado a mí mismo, y eso me hizo pensar mucho para mis adentros:
-¡Cielos e
infiernos…!-
Es por eso que le di la vuelta al
rifle; esta vez apunté hacía mí y apreté el gatillo.
A la mañana siguiente los periódicos
acordaron en que había habido dos muertos en un intento de asesinato. Para unos
a un comisario, para otros a un capo de la mafia.
QUÉ INTERESANTE! QUE BUENA IDEA! ESTAS DEMENTE! TE FELICITO!
ResponderEliminarGracias colega, abrazo
ResponderEliminarLe hice unos cambios al cuentos, después me decís que te pareció
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